Existen dos tipos de marcas que pueden quedar para siempre plasmadas en la piel: las cicatrices y los tatuajes.
La primera, llega de forma inesperada y se produce a raíz de una herida o enfermedad que tuvo que ser intervenida quirúrgicamente para poder sanar. En el segundo caso, sí es una decisión pensada y planificada por una persona que desde el primer momento dispuso que iba a marcar su piel con algún diseño a elección.
Tatuar sobre piel sana y lisa no es lo mismo que hacerlo sobre tejido cicatrizado que en ocasiones tiene un aspecto rugoso y no es uniforme.
Es importante saber que hay que esperar al menos un año desde que curó la herida, para asegurarse de que sea un procedimiento seguro y que agarre bien el color de la tinta.
No hay que hacerse el tatuaje si la cicatriz presenta una tonalidad colorada o de aspecto inflamado: cuanto más se parezca la herida al color de piel original será mucho mejor.
¿Las personas con diabetes también pueden tatuarse?
Quienes poseen diabetes tipo 1 son más propensas a sufrir infecciones que aquella que no posee esta enfermedad. De igual forma, todas deben cerciorarse de que los elementos estén estériles y sean los adecuados para la intervención que se va a realizar.
Antes de tatuarse, lo ideal es hacerse un monitoreo previo con su glucómetro (instrumento que se utiliza para obtener la concentración de glucosa en sangre) para ver si está en condiciones metabólicas estables.
Si una persona está hipoglucémica y pasan más de dos horas sin ingerir un alimento, podría sufrir una descompensación en medio de la sesión.
¿Qué pasa si una persona tatuada quiere donar sangre?
Las instituciones médicas recomiendan hacerlo luego de seis a 12 meses de la sesión de tatuado. De esta forma, se descartará la existencia de alguna enfermedad o riesgo de infección sanguínea producto de la intervención realizada anteriormente.
Tatuarse no volverá atrás aquella cicatriz que se produjo en el pasado. Tampoco sanará su dolencia, el recuerdo ni mucho menos la ocultará, pero si hará que se vea mucho mejor, embelleciendo aquella herida que alguna vez dolió y que hoy es parte de un recuerdo divino que durará toda la vida.