Netflix ya no es “todopoderoso”: nuevas plataformas lo desafían

Está frente a su televisor. Tiene al alcance, un menú extenso. Películas, series, documentales, shows de comediantes… pero ya no solo en Netflix.

Estoy seguro de que muy pronto aparecerá un nombre para esta condición. Sin duda será curioso; algo así como Ansiedad Netflíxtica. Imagino una definición ya aprobada por la Real Academia de la lengua: Ansiedad Netflíxtica: Dícese del estado emocional producido por la dificultad para decidir ante una oferta variada de entretenimiento audiovisual. Se caracteriza por ser independiente del tamaño de la pantalla en uso.

Mientras llega la aprobación de la RAE, prepárese. Ahora ya hay más tentadoras ofertas audiovisuales que nos evocan desde infancias eternas, el mundo de Disney o dramones duros como los de los que produce HBO, entre otros. Si su bolsillo se lo permite, tendrá al alcance de su dedo índice, si ese es el que usa para apretar los botones de su mando a distancia, un menú audiovisual nunca antes visto.

Esto plantea varias cuestiones. La primera, para estas plataformas: ¿hay mercado para todas estas ofertas? Y la segunda, para los usuarios: ¿tenemos realmente suficiente tiempo libre para consumir lo más granado de esta oferta?

Empecemos por el principio, ¿cómo llegamos hasta aquí?

¿Cómo empezó todo?

No nos engañemos, la guerra del streaming es una más de las que se han registrado en la industria audiovisual a lo largo de las últimas décadas. En los años 50, la manera más común de ver contenidos audiovisuales gratuitos en casa era a través de la televisión, ese aparato conectado a una antena que recibía las ondas hertzianas que emitían las estaciones. En muchos países latinoamericanos eran propiedad del Gobierno, aunque en EE.UU. eran privadas. En este último país, y durante las décadas de los 60 y 70 comenzó a expandirse la televisión por cable en las grandes metrópolis. En 1970 apareció el primer canal de pago: Home Box Office, mejor conocido como HBO.

Este pago otorgaba acceso a contenidos de mayor calidad, a espectáculos deportivos muy codiciado o a series y películas recientes. La propuesta provocó un cambio en el panorama televisivo. Ya no había límite para los canales y muchas compañías que ahora se lanzan al streaming, entonces empaquetaron sus contenidos para venderlos a canales especializados a través de distribuidoras como Comcast o Direct TV. Pero, a principios de los 90, el público comenzó a tener acceso a internet y una década más tarde la velocidad de transmisión permitía ya una reproducción decente… aquello de ver televisión que llegaba por internet iba a cambiar una vez más el panorama.

Netflix

Todo esto empezó en 1997 con una compañía de Los Gatos en California que retomó la vieja idea de enviar productos por correo. En esta ocasión eran DVDs. Esto permitía además que se prescindiera de las tiendas físicas y del personal para atenderlas. También es verdad que se perdió esa tradición de ir al video club temprano los viernes para poder pillar los estrenos de la semana, o pedir consejos a los expertos de camisa azul oscura. Pero eso ya es otra historia.

Años más tarde, cuando la velocidad de internet aumentó considerablemente, comenzaron a distribuir las películas por streaming o transmisión vía internet. Y así llegó el boom, que nos hizo cambiar la manera de consumir películas y series, cambiar nuestros hábitos de entretenimiento casero.

Y lo hizo de dos maneras. La primera: nos trajo a casa el producto, ya no había que ir al famoso videoclub. De hecho, su primera víctima fue la gran cadena de alquiler de vídeos BlockBuster que fue incapaz de ver el potencial del streaming y acabó en bancarrota en 2010. Además, también te ofrecía un catálogo lo suficientemente atractivo como para competir con las salas de cine convencionales. En estos tiempos, muchos espectadores reservan sus salidas al cine a películas-acontecimiento; ya saben, todas esas de efectos especiales como la última de la saga de Star Wars.

Y la oferta no sólo se limitaba a Estados Unidos, sino se abría a una multitud de mercados. Llegaron producciones europeas, árabes, turcas e indias. Los televidentes comenzaron a disfrutar de las historias y del talento de países hasta entonces ajenos a las pantallas estadounidenses. En el caso de Estados Unidos, se abría todo un mundo para el talento latino. Series como “La casa de papel” y “La casa de las flores” triunfaban en un mercado hasta ahora reacio a abrir sus puertas a todo lo que no fuera hablado en inglés.

Netflix ya no está sólo

Esa gran idea de Netflix, que triunfa en más de 190 países con 150 millones de suscriptores, ha sido copiada por otras grandes empresas. Estamos en las primeras de cambio en una batalla por la supremacía del contenido audiovisual en dispositivos pequeños y grandes, desde la super pantalla de 60 pulgadas hasta la pequeña del nuevo iPhone 11.

Para el experto en contenidos audiovisuales Angel Zambrano, el producto que se consume también ha cambiado: “Por ejemplo, la cantidad de series que se ven en Netflix ha aumentado la producción de televisión 2 o 3 veces de lo que se producía anteriormente. Han desaparecido las comedias tradicionales que se filmaban y ahora hay series que van más hacia el drama, pensado en el tipo de consumo de las audiencias, son productos que terminan e inmediatamente activan el siguiente contenido disponible”.

Zambrano dice que se está apostando más por producir series de televisión que películas porque para “el consumo de una película, la gente está sentada una hora, una hora y media, y para estas plataformas el tiempo que uno pasa enfrente, consumiendo, es muy importante, por eso el producto que tenga ocho o diez horas tiene mucho valor para su concepción de negocio”.

Todas estas plataformas están apostando mucho dinero en contenidos. Según la publicación de Hollywood, Variety, Netflix podría haber invertido en contenido original hasta US$ 15.000 millones este 2019. Son muchos millones y muchas horas de entretenimiento.

El beneficio de todo esto es para el consumidor, dice Zambrano, pero también para los productores del contenido… unos productores que ahora tendrán más opciones a la hora de vender sus producciones.

Los contenidos son la clave

El secreto de estas nuevas plataformas, al menos en sus primeros años de lanzamiento, es su fondo de contenidos.

La plataforma de Disney cuenta de entrada con una gran filmoteca de famosas películas y series de televisión de sus propios estudios. Además, ha ido adquiriendo más tarde otros codiciados fondos al comprar estudios como los de Marvel, con su saga de “Los Vengadores”; Pixar, dueña de “Los Increíbles” o “Toy Story” o los de Lucasfilm LTD., propietaria de los derechos de “La Guerra de las Galaxias”. HBO Max tiene también los fondos de los estudios Warner Bros. y New Line Cinema además de las exitosas series de HBO desde “Juego de Tronos” y “Los Soprano” hasta las más recientes como “Big Little Lies” o “Sucession”.

El desafío será mayor para las plataformas que no tengan estos tesoros y que dependan de la licencia de series y películas, por eso todas saben que ser dueño del contenido es la única manera de sobrevivir.

Apple TV Plus no tiene una gran librería propia, por eso ha comenzado a crear series como la protagonizada por Resse Whiterspoon, Steve Carrell y Jennifer Aniston, “The Morning Show”; con la última producción del creador de “Peaky Blenders” llamada “See”, con Jason Momoa y con la serie “Dickinson”.

Sólo para sus ojos

Así las cosas, Netflix ha perdido la hegemonía de la producción mundial de contenidos para distribuir por internet en plataformas digitales. Ahora, el potencial mercado de espectadores no tiene fronteras ni límites. Sin embargo, los bolsillos de los suscriptores sí los tienen. Finalmente serán ellos quienes terminen haciendo una selección basada en el contenido y, sobre todo, en el precio. Quizás varias de estas plataformas no sobrevivan a esta criba, básicamente porque es tanto el material que ofrece cada plataforma que ya existe una sensación de saturación, que se verá multiplicada ahora sin remedio.

Ahora, si se siente superado o abrumado por tantas opciones, siempre queda la posibilidad de apagar todo y leer un libro, pero que sea de papel.

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