La historia de 12 parejas de Hollywood que rompieron la taquilla: amistad, traiciones y engaños

El mundo está diseñado para caminar por él de dos en dos. Los hoteles, los restaurantes o las atracciones de feria dan por hecho que vas a ir acompañado. 

Pero Hollywood es distinto: allí no hay nada más glorioso que triunfar en solitario y, por eso, cuando una estrella tiene que compartir el calor de los focos, el espacio en las fotografías y las miradas del público la cosa no siempre termina bien.

Estas son las 12 parejas de cine más emblemáticas, algunas se odiaron y otras se quisieron hasta la tumba.

Richard Pryor y Gene Wilder: cuatro películas (entre 1976 y 1991) y nunca se vieron fuera de un rodaje

Cómo se conocieron. En la primera escena que rodaron de El expreso de Chicago (Arthur Hiller, 1976), Richard Pryor se lanzó a improvisar y Gene Wilder no se achicó. Él mismo lo describió así en su autobiografía: “Richard soltaba una frase, yo otra y entrábamos y salíamos del guion sin parar”. Este choque de genios generó una anarquía cómica que puso de moda las parejas interraciales en el Hollywood de los 80.

Por qué triunfaron. Las adicciones de Pryor causaron retrasos, tensiones y pérdidas económicas durante el rodaje de Locos de remate (Sidney Poitier, 1980), culminando en una entrevista en la que el actor sufrió un ataque de ira y gritó: “Gene Wilder no vale una mierda, es un maricón”.

La entrevista nunca fue publicada y, cuando Pryor se tiró ron por encima y se prendió fuego a sí mismo, ambos actores perdieron el contrato para protagonizar el taquillazo De mendigo a millonario (John Landis, 1983), siendo reemplazados por Dan Aykroyd y Eddie Murphy.

Por qué se separaron. La pareja se reunió, con éxito, para Ciegos, sordos y locos (Arthur Hiller, 1989), pero en Uno miente, el otro engaña (Maurice Phillips, 1991) la avanzada esclerosis múltiple que sufría Pryor se notaba demasiado. Aquella fue la última película de Wilder, que murió en 2016, y el último papel protagonista de Pryor, fallecido en 2005. El contraste entre la vida de fiesta, sórdida y excesiva de Pryor y la sobriedad apacible de Wilder los hacía incompatibles.

En su autobiografía, Wilder admitió que nunca fueron amigos: “Por muy unidos que estuviéramos en las películas, nunca llevamos esa química a nuestras vidas privadas. Richard viajaba en su propio círculo. Puedo contar con los dedos de una mano las veces que nos vimos fuera de los rodajes, y todas ellas fueron para hablar de trabajo”.

Al Pacino y John Cazale: tres películas (entre 1972 y 1975) y una historia de amor y compañerismo más allá de la pantalla

Cómo se conocieron. Se conocieron trabajando como mensajeros para la petrolera Standard Oil, congeniaron y se mudaron a una comuna de artistas.

Tras actuar en la obra The Indian Wants the Bronx, por la que ambos ganaron un Obie (premios del teatro independiente), Al Pacino le consiguió una prueba a John Cazale para la ambiciosa adaptación que Francis Ford Coppola estaba preparando de la novela de Mario Puzo El Padrino.

Por qué triunfaron. El beso de la muerte (“Sé que fuiste tú, Fredo. Me rompiste el corazón”), de El Padrino II (1974), es una de las escenas más tortuosas de la historia del cine, porque Michael Corleone (Pacino) pone el nervio y su hermano Fredo (Cazale) pone el alma.

Y porque el espectador comprende que ninguno de los dos tiene otra elección. Pacino volvió a convencer a un director, Sidney Lumet, para que le hiciese una prueba a Cazale para Tarde de perros (Lumet necesitó una frase y diez segundos para contratarlo).

Esta historia de dos ladrones, uno eufórico y otro introspectivo, se benefició de nuevo del contraste entre sus dos energías y compitió por el Oscar. Cazale es el único actor cuya filmografía por completo estuvo nominada para los premios de la Academia: El padrinoLa conversación, El padrino, parte IITarde de perrosEl francotirador e incluso El padrino, parte III, en la que aparecía en imágenes de archivo.

Cuando Pacino conoció a la nueva novia de su amigo Cazale, dijo: “Bueno, no es mala actriz”. Se trataba de Meryl Streep, quien rodaría El francotirador junto a Cazale en 1978. El cáncer de huesos del actor estaba en fase tan terminal que la productora se negó a contratarlo, pero Robert De Niro pagó su póliza del seguro y pudo rodar todas sus escenas seguidas antes de morir.

Para poder pagar las facturas médicas, Streep aceptó un papel en la serie de televisión Holocausto, que se rodaba en Austria, así que Pacino acompañaba a Cazale cada día a las sesiones de radioterapia.

Años después Pacino declaró en Entertainment Weekly: “Aprendí más sobre interpretación de John que de nadie: todo lo que quería era trabajar con él durante el resto de mi vida. Era mi compañero”.

Katharine Hepburn y Spencer Tracy: nueve películas (entre 1942 y 1967) y una eterna relación clandestina de amor

Cómo se conocieron. “Me temo que soy demasiado alta para usted, señor Tracy”. Fue la primera frase que Katharine Hepburn le dirigió a su compañero en La mujer del año (George Stevens, 1942).

El director Joseph L. Mankiewicz, que los había presentado, le advirtió: “No te preocupes, te irá recortando hasta que quedes a su altura”. Una semana después, su compañero de reparto Gene Kelly los dejaba almorzar solos para no invadir “sus conversaciones, sus manos entrelazadas y su pequeño mundo privado”.

Por qué triunfaron. Spencer Tracy y Katharine Hepburn rodaron varias comedias románticas más, en las que la soberbia intrépida de Hepburn y la parsimonia hastiada de Tracy inmortalizó en el cine aquello de “polos opuestos se atraen”.

Un subgénero “ni contigo ni sin ti” que envejeció regular, pero sus diálogos frenéticos y el amor que estaba presente en cada conversación siguen funcionando 80 años después. Los diálogos serían artificiosos, pero el amor era auténtico.

Tras 25 años de relación clandestina, la pareja rodó una última película. ¿Sabes quién viene a cenar? (Stanley Kramer, 1967) se desmarcaba de la lucha de sexos para presentar una sátira sobre el racismo y el clasismo. El estrés de rodar enfermo hizo que la salud de Tracy empeorase y murió 17 días después de terminar la película. Ella llegó a mudarse con él para cuidarlo en sus últimos días, pero no fue al funeral por respeto a su esposa y mantuvo en secreto su relación hasta la muerte de ella en 1983.

Este romance reveló una faceta servil y sumisa que el público desconocía de Hepburn, que a menudo se sentaba literalmente a los pies de su amante para hablar con él, convivió con su depresión y alcoholismo e incluso toleró que en una ocasión le pegara una cachetada mientras intentaba arroparlo.

En su autobiografía, Hepburn confesó que habría hecho cualquier cosa por él. “¿Por qué iba a abandonarlo? Yo quería estar con él, de haberlo dejado ambos habríamos sido desgraciados”, dijo.

Bob Hope y Bing Crosby: siete películas (entre 1940 y 1962) aunque fuera del rodaje eran totalmente distintos

Cómo se conocieron. Cuando Bing Crosby ya era un cantante de éxito, en 1932, Bob Hope presentó uno de sus espectáculos y sus charlas sobre el escenario terminaron siendo la parte más popular del show. Años después, un ejecutivo de Hollywood los vio actuar y decidió darles una película, Road to Singapore (Victor Schertzinger, 1940). Fue la película más taquillera del año.

Por qué triunfaron. Las seis secuelas de la saga Road to Singapore, en las que interpretaban a dos mejores amigos con tendencia a meterse en líos en el extranjero, arrasaron en la taquilla y conquistaron también a los críticos, que aplaudían la audacia de su humor metanarrativo (Hope y Crosby hacían constantes referencias al público que los estaba mirando al otro lado de la pantalla).

Pero fuera de su trabajo, casi nunca socializaban: Hope ansiaba ser una estrella y le encantaba la vida de Hollywood, mientras que Crosby prefería llevar una vida lo más anónima posible. Hope nunca soportó que Crosby no le invitase a él y a su mujer a cenar en su casa. En los 70, los chistes misóginos de Hope perjudicaron su imagen pública y él trató de rehabilitarla con otra comedia con Crosby.

Durante la preproducción en 1977 de su octava comedia, Ruta a la fuente de la juventud, Crosby murió de un ataque al corazón durante un torneo de golf en Alcobendas, Madrid. Su médico le había prohibido jugar más de nueve hoyos por sus dolencias del corazón, pero el actor jugó los 18 hoyos antes de desplomarse.

“Una parte de mi vida se fue con Bing”, escribió Hope en The New York Times. “Lo extraño ahora y siempre, como el resto del mundo. Recuerdo nuestros buenos momentos, que estarán conmigo para siempre”.

Paul Newman y Robert Redford: dos películas (entre 1969 y 1973) para una de las relaciones más bonitas de Hollywood

Cómo se conocieron. El estudio quería a Marlon Brando, Warren Beatty o James Coburn para el papel de Sundance Kid en Butch Cassidy and the Sundance Kid (George Roy Hill, 1969), pero Paul Newman les pidió un compañero desconocido porque prefería “trabajar con un actor” que con una estrella.

Y tuvo tan buen ojo que eligió a la estrella que definiría la década posterior, Robert Redford, semiconocido entonces por Descalzos por el parque. Incluso, Newman le cedió a Redford el papel de Sundance Kid por ir más acorde con su juventud. Newman se quedó con el de Butch Cassidy.

Por qué triunfaron. Aunque solo rodasen dos películas (El golpe, también de Hill, ganó el Oscar en 1974) su amistad demostró que en Hollywood hay sitio para la humanidad, la nobleza y la lealtad. Durante años, vivieron a un par de kilómetros de distancia, en Connecticut, y se hacían bromas como el Porsche hecho trizas envuelto en un lazo que Redford dejó en la puerta de la casa de Newman por su cumpleaños 50 (Newman se lo devolvió, aún hecho más trizas todavía, y Redford lo reconvirtió en una escultura de jardín que estuvo años decorando la entrada de la casa de Newman). Los hijos de Paul se referían a Redford como “tío Bobby” y ambos actores soñaban con que sus hijos se casasen.

Redford se pasó años intentando reunirse con su amigo para una última películaA walk in the woods, pero según la salud de Newman se deterioraba él mismo le pidió que abandonase el proyecto porque no iba a ser capaz de rodarla.

Cuando Paul Newman murió en 2008, Redford declaró en Today: “Perdí a un amigo de verdad, tanto mi vida como esta nación fueron mejores porque él estuvo en ellas”. En 2015, Redford rodó A walk in the woods con Nick Nolte en el papel escrito para Newman.

Kirk Douglas y Burt Lancaster: siete películas (entre 1948 y 1986) para una relación de amor y fricción

Cómo se conocieron. A pesar de que su rudeza resultó explosiva en I walk alone (Byron Haskin, 1948), no fue hasta una década más tarde que asentaron su colaboración y su amistad en Duelo de titanes (John Sturgess, 1957): detestaban tanto al productor Hal Wallis que se pasaban horas contándose sus vidas con tal de no tener que interactuar con él.

Por qué triunfaron. El choque de sus presencias causó sensación entre el público ya fuera en westerns, en dramas de época, en thrillers o en comedias. “Creo que llevamos discutiendo desde el primer día que nos conocimos”, confesaba Kirk Douglas a The New York Times en los 80.

“Ambos somos impulsivos, ambos somos difíciles. Pero es lo que me gusta más de trabajar con Burt, que nunca te aburrís. La gente asume que somos amigos íntimos, pero no es así. A veces, no lo veo durante un año o dos, pero estoy ahí si me necesita y él está ahí si lo necesito. Sentimos un gran respeto mutuo, aunque nunca lo verbalizamos”, reflexionó.

Tras aparecer juntos en los Oscar de 1985, su química seguía tan intacta que un estudio les produjo una comedia de acción para reunirlos: Tough guys (Jeff Kanew, 1986). En el guion, los personajes se llevaban fenomenal, pero los actores pidieron que su amistad fuese más ácida: “La magia entre Kirk y Burt es la mezcla de amor y fricción: fuera de cámara están todo el rato discutiendo como un viejo matrimonio”, explicaba el director. Y tanto.

En una ocasión Lancaster ridiculizó a Douglas delante de unos admiradores por llevar alzas en los zapatos y Douglas terminó llorando. “Leo las noticias de Hollywood y ya no conozco a nadie”, confesó Douglas con motivo de su 100º cumpleaños a Variety. “¿Dónde está Burt Lancaster? ¿Y Lawrence Olivier? Se fueron todos. Me siento solo. Yo discutía constantemente con Burt, pero lo extraño mucho”.

Olivia de Havilland y Errol Flynn: nueve películas (entre 1935 y 1941) y un amor que nunca se resolvió

Cómo se conocieron. Una sola película, El capitán Blood (Michael Curtiz, 1935), valió para convertirlos a ambos en estrellas a la vez. La dinámica de mujer aventurera y hombre galán, junto a su aspecto de aristócratas, evocó un romanticismo que arrasó en taquilla porque la tensión sexual resultaba excitante para el público.

Y estaba basada en hechos reales: De Havilland reconoció sentirse muy atraída por Flynn durante los tres primeros años de su colaboración (en los que rodaron la película en la que se siguen mirando todos los blockbusters actuales: Las aventuras de Robin Hood), pero él no se enteró y para cuando quiso estar con ella ya era tarde. “No tuve nada con él y no me arrepiento, me habría arruinado la vida”, especuló la actriz en su autobiografía en referencia a la promiscuidad de Flynn.

Por qué triunfaron. La pareja bailó “Sweet Leilani” durante la ceremonia de coronación del rey Jorge VI en Los Ángeles, tras lo cual él le declaró su amor. De Havilland, sin embargo, se negó a iniciar una relación con él hasta que no se divorciase. En el rodaje de Caravana de audaces (Michael Curtiz, 1940), la actriz estaba saliendo con James Stewart y Flynn demostró sus celos asegurándose de que la cámara le enfocase más a él que a ella.

Cansada de ser “la chica de la película” en superproducciones comerciales, De Havilland aprovechó el éxito de Lo que el viento se llevó para evolucionar hacia papeles más prestigiosos. Pero Flynn le suplicó una última película.

Por qué se separaron. En la última escena de Murieron con las botas puestas (Raoul Walsh, 1941), el personaje de Flynn se despide del de De Havilland: “Adiós, querida, caminar por la vida junto a ti fue lo más hermoso que hice”.

En su autobiografía, publicada justo antes de su muerte en 1959, Flynn aseguró que siempre la había amado. Olivia de Havilland, por su parte, sigue viva (103 años) y asegura que cada 20 de junio levanta una copa de champagne al cielo para recordar el cumpleaños de Errol Flynn.

Jack Lemmon y Walter Matthau diez películas (entre 1966 y 1998) y una fidelidad eterna

Cómo se conocieron. Durante el rodaje de Por dinero, casi todo (Billy Wilder, 1966), Walter Matthau sufrió un ataque al corazón y, todavía convaleciente en el suelo, le dio un sobre a su compañero de reparto.

Lemmon se lo llevó al tipo que estaba esperando en la puerta del estudio, tal y como se lo había indicado, y resultó ser un corredor de apuestas: Walter temía que si no saldaba su deuda habría consecuencias peores que ese infarto.

Por qué triunfaron. El cuarteto Lemmon, Matthau, Wilder (director) y Diamond (guionista) edificó los cimientos sobre los que la alta comedia estadounidense sigue elevándose. Sus personajes estaban amargados, eran unos misántropos y nunca estaba del todo claro si se caían bien o no. Su amistad resultaba, por tanto, absurda pero a la vez era imposible imaginar la vida de uno de ellos sin el otro.

Su colaboración resurgió en los 90 con Dos viejos gruñones, su secuela y The odd couple II. Y seguro que habría continuado de no ser por la muerte de Matthau, que pasó toda su vida aquejado de múltiples dolencias.

Ese día, Lemmon salió del baño sonriente y su mujer lo abrazó diciéndole: “Vas a dejar de sonreír, Walter se fue”. Él se iría un año después y está enterrado, en el mismo cementerio que Matthau y Wilder, bajo una lápida que simula ser los títulos de crédito de una de sus películas: “Jack Lemmon en…”.

Jerry Lewis y Dean Martin: 17 películas (entre 1949 y 1956) y 20 años sin hablarse

Cómo se conocieron. El 25 de julio de 1946 debutaron como dúo cómico en el 500 Club: Dean Martin, el tipo más canalla del Rat Pack, cantaba swing y Jerry Lewis, el rey de la comedia física, lo interrumpía con sus payasadas. De ahí, saltaron a la radio, a la televisión y al cine, donde llegaron a ser los artistas mejor pagos del mundo a principios de los 50. Martin y Lewis levantaron el ánimo de Estados Unidos durante los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial.

Por qué triunfaron. Cuando la revista Look los sacó en la tapa pero cortando la cara de Martin, este decidió que su rol como el tipo elegante de la pareja no estaba beneficiando a su carrera. Dejaron de hablarse fuera de escena y si lo hacían era para discutir. Martin le llegó a gritar a Lewis: “No significás nada para mí excepto un puto símbolo de dólar”.

Lewis, cuyas ambiciones pasaban por ser el nuevo Chaplin y dirigir, escribir y producir todas sus películas, tenía más poder de decisión creativa en la pareja. Lewis tampoco soportaba que Martin lo excluyera del Rat Pack. El 25 de julio de 1956, exactamente a diez años de su debut, actuaron por última vez en el Copacabana de Nueva York.

Por qué se separaron. El dúo pasó 20 años sin hablarse hasta que su amigo común, Frank Sinatra, los reunió para un programa benéfico en televisión en 1976. Al ver aparecer a Lewis, Martin miró a Sinatra y dijo: “Qué hijo de puta”.

Los tres se abrazaron pero el dúo no volvió a tener contacto hasta 1987, cuando Lewis fue al funeral del hijo de Martin (que murió en un accidente de avión) sin acercarse a saludarlo. Cuando Martin se enteró de que había asistido, lo llamó para agradecérselo y retomaron su amistad hasta la muerte de Martin en 1995.

Bud Abbott y Lou Costello: 37 películas (entre 1940 y 1956) que terminaron mal con el fisco

Cómo se conocieron. Bud Abbott reemplazó al compañero de Lou Costello cuando este se puso enfermo y lo demás es historia. Se convirtieron en los artistas mejor pagos durante la Segunda Guerra Mundial y su sketch ¿Quién está en primera? pasó a la historia de la cultura popular estadounidense, al ser de los primeros cómicos en aparecer en la recién inventada televisión.

Costello empezó a impostar una voz aguda porque en los teatros el público se quejaba de que no se distinguía bien cuál de los dos estaba hablando.

Por qué triunfaron. El dúo mantuvo a flote a Universal durante la guerra. Costello estipuló que los beneficios se repartiesen al 60% para Abbott y el 40% para él porque, según Costello, era mucho más fácil encontrar un cómico que un tipo serio.

Se pasaron una década entera entre las diez estrellas más taquilleras y llegaron a asegurar sus shows en 100.000 dólares de la época (años 40) por si alguno de sus espectadores se moría de la risa (literalmente). En plena Segunda Guerra Mundial, el ejército japonés les ponía a sus soldados una película del dúo, Buck privates (Arthur Lubin, 1941), como ejemplo de la ineptitud y estupidez de los militares americanos.

Por qué se separaron. En 1945, Abbott contrató a una sirvienta recién despedida por Costello y, por alguna razón, la bronca terminó en los diarios: Costello acusó a Abbott de ser un alcohólico y de firmar contratos nefastos durante sus borracheras, y este respondió amenazando con contar todos sus trapos sucios en la prensa.

A mediados de los 50, la popularidad de Martin y Lewis y la saturación del público (Abbott y Costello estaban constantemente en la radio, en la televisión y en los cines) fue minando su éxito y no renovaron su contrato con Universal en 1955. “Nunca entendí a Lou”, reconoció Bud. Hacienda les sacó sus casas, las propiedades y los derechos de sus películas. En 1959, Lou Costello murió de un ataque al corazón a los 52 años.

Stan Laurel y Oliver Hardy: 107 películas (entre 1931 y 1951) para terminar arruinados y actuando en ferias de pueblos

Cómo se conocieron. El actor cómico Oliver Hardy sufrió quemaduras de tercer grado mientras cocinaba una pierna de cordero y Stan Laurel, su director, lo reemplazó mientras se recuperaba. Cuando Hardy se reincorporó, el productor Hal Roach decidió unirlos potenciando esa comedia física de accidentes. En vez de contraponer a un soberbio estirado, como suele ocurrir en los dúos cómicos, aquí los dos eran unos perdedores.

Laurel no se parecía en nada a su personaje, se tomaba tremendamente en serio su profesión y ejercía como fuerza creativa del dúo, reescribiendo guiones y editando los rollos de celuloide mientras Hardy se largaba a beber y a jugar al golf en cuando se apagaban las cámaras. El dúo apenas tenía relación fuera del rodaje.

Por qué triunfaron. Su humor físico era a veces surrealismo mágico, otras una metáfora de la futilidad de la existencia humana o sobre la alegría de estar vivo. Pero por magullados, mugrientos o empapados que terminaran intentando llevar a cabo las tareas más sencillas, nunca dejaban de ayudarse el uno al otro. Por eso generaciones enteras de nenes, padres y abuelos disfrutaron de los gags de El Gordo y el Flaco.

Los leoninos contratos del Hollywood de los 20 les dejaron en la ruina a los 60 años, sin recibir ni un dólar de las docenas de cortometrajes que se seguían emitiendo constantemente por televisión. Hollywood se olvidó de ellos al considerarlos comediantes pasados de moda (“pasé de ser el anfitrión de todos a ser el invitado de nadie”, lamentó Laurel) y nadie quería contratarlos. Así que el dúo se embarcó en varias giras por el Reino

Unido a finales de los años 40. En una de ellas, al llegar al puerto de Cobh (Irlanda) todo el pueblo salió espontáneamente a recibirlos y las campanas de la iglesia comenzaron a tocar la melodía de sus películas, El baile de los cucos. Cuando Stan miró a su compañero Ollie, su cara estaba llena de lágrimas.

Y en aquellas últimas giras, obligados a compartir transportes, habitaciones y mesas, Laurel y Hardy llegaron por fin a conocerse y a forjar una amistad. Hardy murió en 1957, pesando solo 63 kilos, y Laurel no volvió a actuar durante los ocho años siguientes que siguió vivo.

Fred Astaire y Ginger Rogers, diez películas (entre 1933 y 1949) para la pareja de baile más grande de todos los tiempos

Cómo se conocieron. Ambos eran secundarios en Flying Down to Rio (Thornton Freeland, 1933), pero su número de baile Carioca despertaba tantos aplausos en las salas de cine que RKO les produjo ocho películas como protagonistas en los siguientes cinco años.

Por qué triunfaron. Cada vez que alguien se enamora bailando en el cine, se lo debe a Ginger Rogers y Fred Astaire. A través de sus cuerpos, expresaban las fases del inicio del amor: el cortejo, la seducción, la armonía, la naturalidad, los nervios, el entusiasmo, el equilibrio de poder, las iniciativas, las reacciones, la improvisación o el erotismo. Él guiaba con galantería, pero ella aportaba las emociones. 

La mujer de Astaire estaba tan celosa que le prohibió besar en las películas a Rogers, de modo que cuando lo hizo durante un par de segundos el director ralentizó la imagen para que el beso pareciese más largo. Su cima es el número Never gonna dance en Ritmo loco (George Stevens, 1936), que tuvieron que repetir 47 veces porque en aquella época los número musicales se rodaban en una sola toma.

Ella terminó con los pies sangrando. Pero siempre aparentando una felicidad divina, sexy y glamorosa. Y a menudo cobraba menos que los actores secundarios. “Todas las demás lloraban que no podían más, pero claro que podían. Todas excepto Ginger. Ella nunca lloró”, explicó Astaire.

En realidad, Ginger, que no era bailarina profesional y tenía que ensayar durante horas, no quería hacer musicales, pero su contrato la obligaba. Y era tan perfeccionista como él: la sangre en los pies nunca la detuvo, solo paraba cuando la transpiración le chorreaba por el vestido. La actriz se cansó de ser su comparsa y persiguió papeles dramáticos, pero su carrera no llegó a despegar en solitario. Se retiró en 1965 a los 54 años y pasó a la posteridad como compañera de Astaire

. Él se refugiaría en la televisión, pero antes se reunieron para un último baile: en The Barkleys of Broadway (Charles Walters, 1949) Rogers reemplazó a una problemática Judy Garland y la mítica pareja apareció por primera y única vez en fastuoso Technicolor. Durante el rodaje de su último número, miles de trabajadores de RKO, la Metro-Goldwyn-Meyer y el resto de estudios se congregaron para observar en primera fila la despedida final de la pareja de baile más emblemática de la época. Y siete décadas después, nadie la superó.

Archivo CA

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