Coronavirus en Italia: muerte en soledad, cuerpos en las morgues, sin funerales y cementerios cerrados

Alrededor de la medianoche del miércoles, Renzo Carlo Testa, 85, murió de coronavirus en un hospital del norte de Italia, en la ciudad de Bérgamo. Cinco días después, su cuerpo todavía yace en un ataúd; es uno de decenas que se apilan en la iglesia del cementerio local, que en realidad, está cerrado al público.

Su esposa durante 50 años, Franca Stefanelli, quisiera darle un funeral apropiado. Pero los servicios funerarios tradicionales ahora son ilegales en toda Italia, parte de las restricciones nacionales contra las reuniones; éstas y las salidas fueron restringidas para tratar de contener el peor brote de coronavirus de Europa. En cualquier caso, ni ella ni sus hijos podrían asistir, ya que ellos mismos están enfermos y en cuarentena.

“Es algo extraño”, dijo Stefanelli, 70, intentando explicar lo que está atravesando. “No es enojo. Es impotencia en frente de este virus”.

La epidemia de coronavirus que arrasa Italia ya dejó las calles vacías y los negocios cerrados, ya que 60 millones de italianos están básicamente en cuarentena en sus casas. Hay médicos agotados y enfermeros de guardia día y noche para mantener vivos a los pacientes. Hay niños que cuelgan dibujos de arco iris de sus ventanas y familias que cantan desde los balcones de sus casas.

La población más anciana de Europa

Pero la medida final de las pandemias y las plagas, son los cuerpos que dejan atrás. En Italia, que tiene la población más anciana de Europa, las víctimas han sido muchas, con más de 2.100 muertes, la mayor cantidad fuera de China. Solamente el lunes, murieron más de 300 personas.

“Esta tragedia nos recuerda a todos que tenemos que amar la vida”

Y los cuerpos se apilan en la región de Lombardía, en el norte de Italia, especialmente en la provincia de Bérgamo. Con 3.760 casos totales reportados el lunes, un aumento de 344 casos a partir del día anterior, de acuerdo con los funcionarios, está en el centro del brote.

Allí, las morgues de los hospitales están atestadas. El alcalde de Bérgamo, Giorgio Gori, emitió una ordenanza para cerrar el cementerio local esta semana, por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, aunque garantizó que el cementerio aceptara los ataúdes. Muchos de ellos habían sido enviados a la Iglesia de Todos los Santos en Bérgamo, ubicada en el cementerio cerrado, donde decenas de ataúdes de madera lustrosa forman una fila macabra para cremación.

Empleados de un cementerio retiran un ataúd de un carroza, en el cementerio de Bérgamo. / AP

Empleados de un cementerio retiran un ataúd de un carroza, en el cementerio de Bérgamo. / AP

“Lamentablemente, no sabemos dónde ponerlos”, dijo el Hermano Marco Bergamelli, uno de los sacerdotes de la iglesia. Dijo que con cientos de muertes por día, y la cremación de cada cuerpo lleva más de una hora, hubo un atraso espantoso. “Lleva tiempo y los muertos son muchos”.

“Estas son personas que mueren y son enterradas solas. No tuvieron a nadie que tome su mano”

Una ley de emergencia nacional promulgada la semana pasada prohibió las ceremonias civiles y religiosas, incluidos los funerales, para impedir la diseminación del virus. Los funcionarios han permitido que los sacerdotes hagan un responso en los entierros, a los que asisten unos pocos deudos. En sus breves oraciones ante los miembros de la familia, que a menudo usan barbijos, Bergamelli dijo que intentaba dar consuelo y esperanza, y pedía que las personas estén cerca, si está permitido, de los que están solos. “Esta tragedia nos recuerda a todos que tenemos que amar la vida”, dijo.

En la ciudad cercana de Zogno, el sacerdote local ha decidido hacer sonar las campanas una vez al día, para no hacerlo durante todos el día. En otra ciudad, Casalpusterlengo, el reverendo Pierluigi Leva, dijo que los creyentes estaban tomando la “ausencia” de funerales como algo especialmente difícil.

Con traje y máscara. Así se manejan los ataúdes de víctimas de coronavirus. / AFP

Con traje y máscara. Así se manejan los ataúdes de víctimas de coronavirus. / AFP

Los integrantes de la familia están apartados, y a causa del peligro de contagio, a menudo mueren en aislamiento en el hospital sin ningún familiar o amigo cerca. Las asociaciones locales en la ciudad de Brescia en el norte, comenzaron a recoger donaciones de tablets para darles a los hospitales, para que los pacientes con coronavirus puedan mantenerse en contacto, o despedirse, de sus familias que están en casa.

“En Bérgamo, hay tantos cadáveres apilados que no saben qué hacer con ellos”

El anuncio de la muerte de Testa apareció el viernes en un diario local, L’Eco di Bergamo. Generalmente, el diario tiene una sola página de obituario. El viernes, hubo 10 páginas, y el resto estuvo dedicado al virus que devastó a Bérgamo.

“Para nosotros, es un trauma, un trauma emocional”, dijo Alberto Ceresoli, editor del diario. “Estas son personas que mueren y son enterradas solas. No tuvieron a nadie que tome su mano, y los funerales tienen que ser reducidos, con un responso rápido del sacerdote. Muchos de estos parientes cercanos están en cuarentena”.

Giorgio Valoti, alcalde de la ciudad cercana de Cene, falleció el viernes pasado. Tenía 70 años. Su hijo, Alessandro, dijo que 90 personas murieron el mismo día en el hospital central de Bérgamo. El virus “está masacrando este valle; todas las familias están perdiendo a un ser querido”, dijo. “En Bérgamo, hay tantos cadáveres apilados que no saben qué hacer con ellos”.

Imagen tomada en el Cementerio Monumental de Bérgamo. / AFP

Imagen tomada en el Cementerio Monumental de Bérgamo. / AFP

En Fiobbio, una pequeña ciudad en las afueras de Bérgamo, una ambulancia llegó para recoger al padre de Luca Carrara, 86, el sábado. El domingo, otra ambulancia vino por su madre, 82. Carrara, 52, no los pudo visitar en el hospital y permaneció en casa en cuarentena, done comenzó a mostrar síntomas del virus. El martes, sus padres murieron. Sus cuerpos permanecen en la morgue del hospital, esperando la cremación.

“Lamento que todavía estén allí”, dijo. “Todavía solos”.

Luca di Palma, 49, dijo que su padre, Vittorio, 79, murió el miércoles a la noche y que la empresa funeraria a la que llamó, le dijo que no tenía espacio para el cuerpo. En cambio, los trabajadores le entregaron un ataúd en su casa, algunas velas, una cruz y un refrigerador mortuorio, para que pudiera velar a su padre en el living. Dijo que nadie fue a darle las condolencias, por temor al contagio, aunque su padre había muerto antes de que se pudiera confirmar que era un caso de coronavirus, y los médicos se rehusaron a realizarle el hisopado post mortem.

El sábado, di Palma siguió al coche fúnebre que transportaba el cuerpo de su padre a un cementerio en Bérgamo, donde un cuidador los dejó pasar y cerró la puerta detrás de ellos. Llegó un sacerdote para ofrecer un responso sobre el coche fúnebre, con la tapa del baúl levantada. Di Palma dijo que su padre quería que lo cremaran, pero la espera era muy larga. “Dolorosa”, dijo.

En un país donde muchos aprenden en la escuela acerca del aterrador Monatti quien, precedido por el sonido de una campanita, recogía los cadáveres en los carros durante la peste de Milán en el siglo XVII, la acumulación de cadáveres parece algo de otros tiempos.

Alessandro Bosi, secretario de la Federación Nacional de Empresas Funerarias, dijo que el virus también tomó por sorpresa a la industria funeraria, y sucede que hay quienes manipulan los cuerpos sin suficientes máscaras o guantes. Mientras las autoridades sanitarias dicen que no creen que el virus se pueda trasmitir post mortem, Bosi dijo que a menudo, los pulmones de un cadáver liberan aire al ser movidos.

“Tenemos que considerarlos de la misma manera que trataríamos a los individuos infectados y tener el mismo cuidado”, afirmó.

“Si no somos nosotros quienes retiramos los muertos”, agregó, “entonces, tendrán que llamar al ejército”.

Funerales, rompiendo las reglas

En algunas partes del sur de Italia, donde las tradiciones católicas apostólicas romanas son particularmente fuertes, el rito del funeral ha sido demasiado importante para que algunos no lo realicen.

En la ciudad siciliana de Porto Empedocle, las autoridades locales dijeron que citaron a 48 funerarias la semana pasada por participar en la procesión de un funeral, incumpliendo las restricciones nacionales. Los dueños de las funerarias corren el riesgo de ir a prisión por tres meses.

El reverendo Leopoldo Argento, 59, sacerdote allí, dijo: “Los funerales son parte de nuestra antropología”. Dijo que entendía el impulso de las funerarias de congregar, pero pensaba que era necesario suspenderlos. Normalmente, podrían asistir de 600 a 1.000 personas. “En Sicilia, la muerte de nuestros seres queridos es un momento muy fuerte y muy importante en nuestra vida social”, observó.

Toda la vida social italiana se ha transformado por el virus, más especialmente en Lombardía.

Giacomo Grasselli, quien coordina la respuesta de la unidad de cuidados intensivos en los hospitales de Lombardía, atribuyó la elevada cantidad de muertes, en parte, a la edad avanzada de la población italiana. La edad promedio de muerte, señaló, fue de aproximadamente 80 años.

Dijo que los trabajadores médicos se vieron obligados muchas veces a decidir si tomar o no medidas invasivas para asistir la respiración de los más enfermos y ancianos, pero que, por ahora, todos los pacientes recibieron atención.

Sin embargo, “Esto no durará para siempre”, advirtió, y agregó que la capacidad de aumentar la atención a todos, depende de si funcionan las medidas de contención. Dijo que se siente alentado por la caída profunda en las nuevas infecciones en las ciudades de la región que fueron puestas en cuarentena originalmente. “Es la única manera de sobrevivir a esto”.

Costantino Pesatori, alcalde de Castiglione D’Adda, una de esas ciudades ya puestas en cuarentena anteriormente, dijo que 47 personas murieron desde el 21 de febrero, en comparación con los alrededor de 50 en todo 2019. Dijo que a pesar de que algunos de sus residentes habían recibido diagnóstico de neumonía, los funcionarios de los hospitales “los enviaron a sus casas sin hacerles las pruebas para coronavirus”.

En Bérgamo, la semana pasada, cuando llegó la ambulancia al departamento de Stefanelli a buscar a su esposo, ambos estaban en cama con fiebre. Tres enfermeros ingresaron y llevaron a Testa al hospital y la dejaron a ella. Fue la última vez que lo vio. Cuatro días después, él murió.

Ella dijo que esperaba que su cuerpo descansara en la iglesia de Bérgamo, hasta que ella y sus hijos fueran dados de alta de la cuarentena y poder así asistir al funeral. Dijo que pensar que su esposo sería enterrado sin que ella estuviera allí o teniendo que elegir quién podía ir, era intolerable.

“¿Cómo se puede elegir entre los familiares? ¿Los hijos no deben ir? ¿La esposa no debe estar?”, dijo. “Esta parte es la más amarga”.

Archivo CA

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