Tanto los virus como las bacterias son microorganismos que pueden provocar infecciones y daños en nuestro cuerpo. A pesar que a veces es complicado diferenciar qué causa realmente algunas infecciones debido a sus similitudes, en realidad ambos microorganismos son muy diferentes.
Justamente, ahora que vivimos una pandemia mundial a causa de un virus (coronavirus), es importante conocer con más precisión cuáles son esas características que diferencian a los virus de las bacterias. En el siguiente espacio lo detallamos.
Diferencias generales entre virus y bacterias
Una de las principales diferencias entre los virus y las bacterias es que los virus son más dañinos para la salud y siempre provocan enfermedades. Con las bacterias no es precisamente así. Hay muchas bacterias que forman parte de nuestro organismo. Es el caso, por ejemplo, de las bacterias que mantienen el pH del aparato digestivo (flora intestinal).
Aunque no todo es blanco o negro, y no siempre es así, ya que un descontrol en la población de bacterias de nuestro cuerpo o algunas bacterias patógenas producen enfermedades. También, gracias a los avances científicos se están utilizando unos virus llamados bacteriófagos que se usan en el tratamiento de ciertas enfermedades.
¿Cuáles son sus diferencias estructurales?
Mientras que las bacterias se consideran microorganismos independientes, por su complejidad y por su capacidad de reproducción y supervivencia por sí mismas, con los virus no es así. No está del todo claro que un virus fuera de una célula más compleja consiga sobrevivir.
Los virus carecen de los «órganos» necesarios para su metabolismo. También necesitan que una célula funcione como hospedadora para poder reproducirse. Por ello, no son funcionales a nivel individual y siempre necesitarán de un organismo más avanzado para sobrevivir.
También se diferencian en el tamaño. Las bacterias tienen un tamaño casi 100 veces mayor que los virus. Esto hace que ellas puedan verse con microscopio óptico. Para poder visualizar un virus, tendrá que utilizarse el microscopio electrónico.
Esta diferencia de tamaño viene dada también por la complejidad. Una bacteria se forma por pared bacteriana y un citoplasma con todos sus orgánulos dentro. El virus sólo se compone de su material genético y una cubierta proteica.
¿Cómo nos afectan los virus y las bacterias?
Independientemente de las bacterias que ya forman parte de nuestro cuerpo, ambos microorganismos pueden introducirse en él. Lo hacen a través de la boca, la nariz, heridas en la piel, picaduras de ciertos insectos, entre otros.
Una vez dentro del organismo, puede que nuestro sistema inmune actúe de manera eficaz y no haya consecuencias, o puede que se produzcan infecciones o enfermedades. El virus produce efectos en nuestro organismo, dañando o matando las células en las que se introduce para reproducirse.
Las bacterias, por su parte, lo hacen consumiendo los recursos de las células de nuestro organismo o produciendo sustancias tóxicas. Estas sustancias son conocidas como toxinas. Mientras que las infecciones producidas por virus suelen ser sistémicas, las producidas por bacterias comenzarán de forma localizada casi siempre.
La patología y síntomas que producen dependerá del tipo de virus o bacteria, del estado inmune y de las características generales de la persona a la que infecten.
¿Cómo se tratan ambos tipos de microorganismos?
De forma natural, el encargado de luchar contra las infecciones producidas por virus y bacterias será nuestro sistema inmune. Cuanto mejor actúe este, más rápida y eficazmente se controlará la invasión. A parte de ello, tenemos ciertas ayudas «externas».
Contra las bacterias, existen los antibióticos, medicamentos que actúan contra la pared celular de las bacterias y contra su mecanismo de reproducción. Cada tipo de bacteria será sensible a unos determinados antibióticos. Como los virus no tienen pared ni mecanismos propios para reproducirse, los antibióticos no serán eficaces contra ellos.
Además de los antibióticos, existen las vacunas. Las vacunas pueden actuar contra virus y bacterias. Se basan en microorganismos muertos o en fragmentos de microorganismos inactivos. Estos harán que nuestro sistema inmune esté alerta y actúe más rápido frente a una infección por ese patógeno específico para el que se ha vacunado.
Ya que los virus mutan de forma mucho más rápida y fácil para adaptarse al organismo que quieren colonizar, es difícil desarrollar una vacuna que sea duradera y eficaz contra ellos. Un ejemplo de ello es la gripe; cada año se fabrica una nueva vacuna para la gripe.
Por último, para los virus existen los llamados antivirales. Actúan de forma similar a los antibióticos, pero ejercen su acción en las diferentes partes del virus.
Virus y bacterias: lo que debes tener claro
Aunque en la clínica ambos tipos de microorganismos pueden ser similares y producir síntomas parecidos, son muchas sus diferencias. Como siempre, ante cualquier sospecha o síntoma de infección, será necesario acudir a un especialista que haga el diagnóstico de forma correcta y proponga un tratamiento en base a lo que considere.