Las montañas Nur se alzan sobre la estación de tren de Iskenderun, un imponente recordatorio de las fuerzas tectónicas que devastaron este rincón de Turquía y Siria hace poco más de dos meses.
Si bien el servicio ferroviario regular aún recorre la estación, dos de las vías están ocupadas por vagones dormitorio. Los vagones aluden a la aventura y la evasión pero estos trenes nocturnos no van a ninguna parte. Los pasajeros son personas sin hogar, sobrevivientes del terremoto de febrero que dejó sus casas o departamentos dañados o destruidos.
Unas 700 personas viven a bordo de los estrechos vagones. Entre ellos se encuentra Sevil Uygur, de unos 70 años.
Redacción: Renato Martínez