El dicho “cada uno recoge lo que siembra”, tiene en el siglo XXI un ejemplo irrebatible: Barack y Michelle Obama, Michelle y Barack Obama. Así, intercambiables en el orden, porque después de abandonar la Casa Blanca han demostrado que lo de menos es quién fue presidente de Estados Unidos y quién primera dama.
Los años en los que la pareja y su familia fueron el ejemplo de una presidencia abierta a las inquietudes sociales de sus país, pero también a las del resto del mundo, fue su tiempo de siembra. El periodo que ha pasado desde que el 20 de enero de 2017 Barack Obama le traspasó el poder a Donald Trump, está siendo de cosecha.
Después de un tiempo de silencio –una tradición no escrita que suelen mantener los expresidentes en Estados Unidos– Barack y Michelle Obama volvieron a escena convertidos poco menos que en una marca. Una marca, por cierto, que convierte en oro todo lo que toca.
Están en todos los frentes y en todas las plataformas, la opinión pública valora y espera sus proyectos porque mayoritariamente los consideran fiables y dignos de prestarles atención, y eso lo han notado ellos y también empresas que ven la ventaja que supone contar con los Obama entre sus activos.
Como ejemplo de su valor, unas cifras: cuando Obama alcanzó la presidencia de Estados Unidos declaró una fortuna de 1,3 millones de dólares (alrededor de 1,2 millones de euros). Un estudio realizado por la American University de Washington ha calculado que al final de su carrera pospresidencial, la cifra podría superar los 222 millones de euros.
El expresidente Obama, como todos sus antecesores, recibió siete meses de salario durante su transición a la vida privada tras los ocho años que ocupó la Casa Blanca y tiene una pensión de 207.800 dólares anuales (poco más de 190.000 euros), que significa la mitad de lo que recibía mientras que era presidente.
Prebendas a las que se une protección de por vida del servicio secreto y una partida para viajes, gastos de oficina, comunicaciones y cobertura de salud. Ingresos que, aunque a una familia normal le puedan parecer mucho más que suficientes, no sostienen el tren de vida que la pareja ha elegido desde que dejaron de ser los máximos representantes políticos de su país.
Sus hijas acuden a universidades privadas, ellos viven en una bonita casa en el exclusivo barrio de Kalorama, en Washington, que compraron por casi 7,5 millones de euros, y recientemente se ha sabido que también han adquirido una propiedad con vistas al mar en la exclusiva isla de Martha’s Vineyard valorada en casi 11 millones de euros. Una vida de estrellas para una pareja de estrellas.
Barack Obama está al frente de su propia fundación que comenzará a funcionar oficialmente en Chicago en 2021, pero además la pareja está sabiendo hacer uso como ninguno de sus predecesores –mucho más convencionales– del poder que otorgan los nuevos medios.
Michelle Obama apareció por sorpresa en la edición de los Premios Grammy de 2019 y se llevó una de las ovaciones de la noche, pero aquello ha quedado en un simple calentar motores comparado con la edición de 2020 donde el pasado 26 de enero la ex primera dama ganó el Grammy al mejor álbum hablado por la versión en audio de sus memorias Becoming (Mi historia, en español), un éxito de ventas que ha logrado convertirse en la autobiografía más leída de la historia y de la que a mediados de 2019 llevaba más de 10 millones de ejemplares vendidos.
Su esposo no le va a la zaga en Grammys ya que ganó en la misma categoría uno en 2006 y otro en 2008 con las versiones de sus libros My father’s dreams (Los sueños de mi padre) y The audacity to hope (La audacia de la esperanza).
Los contratos de sus libros de memorias han generado a la pareja una cifra récord, alrededor de 59 millones de euros. Pero es que también hay velas y tazas con el perfil de Michelle Obama y el matrimonio ha creado una empresa de producción, Higher Ground, inspirada en el título de una canción de Stevie Wonder con la que ha llegado, entre otras cosas, a un acuerdo con la plataforma Netflix que se calcula en una cifra próxima a los 46 millones de euros.
Cualquier otra expareja presidencial estaría bajo la lupa de la crítica en esta situación, pero los Obama han sembrado y su cosecha ahora no se limita a seguir engordando su cuenta corriente, sino que sus planes continúan la senda que los han convertido en personajes queridos y respetados allá por dónde van.
Sus proyectos audiovisuales, por ejemplo, se centran en producir contenidos que tengan que ver con los que consideran valores esenciales: la resiliencia, la determinación y la esperanza, los cambios que influyen en el devenir de la historia, el racismo, la democracia, los derechos civiles, las diferencias de clase…
Temas que en sus propias palabras “no serán solo entretenimiento sino también una forma de informarnos, conectarnos e inspirarnos”.
Algunos de los títulos que han lanzado ya han demostrado su poderío. El documental American Factory ganó el premio al Mejor Director en el festival de cine de Sundance y se ha emitido en 190 países en un canal con 148 millones de subscriptores.
También está en marcha Blomm, una serie dramática sobre el mundo de la moda en Nueva York después de la Segunda Guerra Mundial, escrita por Callie Khouri, guionista de Thelma y Louise; y una serie para niños que utilizando el recurso de aventuras que ocurren alrededor el mundo enseñará a los niños a relacionarse con los alimentos, una de las luchas que mantuvo Michelle Obama durante sus años como primera dama.
La plataforma de música Spotify, que cuenta con 60 millones de suscriptores, también ha llegado a un acuerdo con la pareja que se involucrará en la producción de podcast para su audiencia y que en algunos casos incluso prestarán sus voces en ellos.
Y la última en llegar ha sido Instagram, red social que también ha llegado firmado con Michelle Obama para producir una serie de seis episodios diseñada especialmente para millennials y que mostrará cómo es el primer año de universidad de tres estudiantes pertenecientes a clases minoritarias.
Una forma de enseñar a otros jóvenes cómo afrontan los desafíos de esta etapa de sus vidas, que también va en consonancia con las preocupaciones que la pareja demostró durante su mandato.
Proyectos millonarios sí, pero todos ellos coherentes con la marca que los Obama han conseguido crear después de decir adiós a sus responsabilidades políticas.