Un piano puede atravesar la historia. Un piano puede saltar de continentes, ser enterrado en arena, seguir sonando. Un piano puede ser el protagonista de un libro. Y ahora, puede buscar comprador pero quien lo quiera deberá cargar no menos de un millón de dólares en la billetera. x
Todo eso pasó con el “piano de Siena”, que en 1799, con mucha delicadeza, Sebastián Marchisio empezó a fabricar con delicadeza en Turín y que este martes se rematará en Jerusalén.
El instrumento, de madera oscura, cuyo ligero sonido se ubica entre el del piano y el clavecín, está ornamentado con esculturas de querubines, animales, flores e instrumentos de música, que lo convierten en una verdadera “obra maestra visual”, consideró Mohsé Porat, un afinador israelí que investigó el instrumento.
Detalle. El piano de Siena. /AFP
Marchisio murió antes de terminar el instrumento y legó la tarea a sus descendientes, que en 1825 se lo regalaron para su casamiento a su nieta Rebecca, que vivía en Siena.
Después de sufrir algunas modificaciones, el piano fue exhibido en la exposición universal de París de 1867 y luego se lo regalaron al príncipe italiano Humberto I, que más tarde fue rey. Con el tiempo, acabaría en manos de los nazis en unas circunstancias que siguen siendo difusas, y volvió a salir a la luz durante la Segunda Guerra Mundial, tras la batalla de Al Alamein, en Egipto.
Los británicos ganaron esa batalla y descubrieron el instrumento, abandonado por los nazis, dentro de una caja de madera, con un detector de minas, explicó Porat. “Estaban asombrados de hallar ese piano dentro de la caja, enterrada en la arena del desierto“.
El piano inmortal. El libro de Avner y Hanna Carmi sobre el piano de Siena.
Luego fue a parar a manos de un vendedor israelí, que lo puso en el negocio de pianos del afinador Avner Carmi, en Tel Aviv. La vida de Carmi cambió cuando descubrió el tesoro.
El afinador lo limpió, reparó sus mecanismos, lo llevó a Nueva York, donde se exhibió en la sala de conciertos Steinway Hall de Nueva York y se lo utilizó para varias grabaciones en los años 1950 y 1960. Y, con su esposa, escribió un libro sobre la histórica pieza, El piano inmortal.
Lo compró un empresario en 1996, por un millón de dólares. Es él quien lo vende.
“Cuantas más cosas sabía sobre este piano y su historia, más apego sentía”, indicó a la AFP el actual propietario, que pidió el anonimato, admitiendo que no le fue fácil decidirse a venderlo. “Pero hay que aprender a soltar las cosas bellas también”, dijo en su amplia casa de la ciudad de Cesárea.
Ahora la casa Winner, que lo venderá, espera que su precio alcance 1,5 ó 2 millones de dólares.