Tras varias décadas de declive, los trenes nocturnos están resurgiendo en Europa, lo que abre la posibilidad de formas más sostenibles para recorrer el continente, a medida que los viajeros buscan alternativas a los vuelos.
La emoción que precede a una salida nocturna, la sensación de aventura, la mezcla cosmopolita de viajeros internacionales y el atemporal atractivo cultural que genera este viaje, significa irse a la cama mientras sales de una gran ciudad y despertarse en otra, o incluso en un nuevo país.
Los trenes nocturnos podían ser una forma agradable, memorable ya veces económica de recorrer largas distancias, pero la suerte siempre ha sido un factor importante.
En el mejor de los casos, las tarifas pueden ser buenas, ya que combinan el costo de una cama para pasar la noche y cientos de kilómetros de viaje, pero los precios suben rápidamente en las rutas más concurridas, por lo que a menudo quedan fuera del alcance de la mayoría de los viajeros.
Dondequiera que circulen, los trenes nocturnos son complicados, laboriosos y caros, una de las principales razones para su declive. Los retrasos se miden a menudo en horas en lugar de minutos, gracias a los desvíos nocturnos, mientras que la calidad del alojamiento ha sido desigual, desde moderno y confortable a básico y anticuado.
Además, la novedad desaparece pronto si se intenta dormir en un vagón lleno de adolescentes hiperactivos o en una despedida de soltero. A nadie le gusta llegar a la ciudad nueva a las 7 de la mañana con la sensación de haber dormido en un banco del parque.
Varias empresas privadas también se animaron a entrar en el mercado europeo, al prometer nuevas rutas, tarifas más baratas o alojamientos más lujosos que atraerán a distintos sectores del mercado de viajes.
Sin embargo, si se dan las condiciones adecuadas, con un apoyo financiero y político bien orientado, los trenes nocturnos pueden desempeñar un papel importante en rutas de larga distancia de entre 800 y 1 mil kilómetros en los próximos años.